Luz en el invierno - historias de fantasía
Las olas del mar, heladas y constantes golpeaban los restos del barco encallado mientras la bruma del amanecer cubría la isla con un manto casi sobrenatural. Milo Crescent, a sus catorce años, observaba desde la costa, con la sal secándose en su piel y los vientos helados golpeando su rostro con rudeza. En su hombro descansaba Náufrago, un charrán de plumas grises y blancas que había sido su fiel compañero desde que salió de Hud Gumd. Aunque parecía un ave común, Milo sentía una conexión inexplicable con él, como si compartieran secretos que ninguno entendía del todo.
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A su lado, Lior, un marinero de veintidós años revisaba los suministros rescatados del naufragio, murmurando historias de monstruos marinos y peligros ocultos entre las olas.
—Te lo digo, chico, estas aguas no son normales. Los marineros las llaman «Las Profundidades del Invierno» por algo. Más de uno ha desaparecido sin dejar rastro —comentó Lior, mientras ataba un saco con manos firmes pero temblorosas.
A unos metros de ellos, una pequeña criatura flotaba despreocupada en el aire: Milo lo había llamado Zumbi, porque en efecto era tan inquieto que no paraba de zumbar. Parecía una medusa, pero en lugar de tentáculos tenía hebras suaves de luz que ondeaban como plumas, y su color cambiaba según su humor. En aquel momento, las luces eran de un amarillo travieso, como si se riera de algo.
—Cuidado, te quedarás atrapado otra vez— gruñó Milo, pero el pequeño ser se enredó en una cuerda suelta, dando vueltas hasta caer de golpe sobre la arena.
El ave inclinó la cabeza con gravedad, como si desaprobara el espectáculo.
—Ni se te ocurra reírte— murmuró Milo hacia el ave. Aunque Náufrago no hablaba, ¡es un ave!, sus plumas se erizaron ligeramente y dejó escapar un crac seco, como si Milo estuviera perdiendo el tiempo.
De pronto, Zumbi tocó su brazo, una visión inundó la mente de Milo: un niño pequeño, de cabello oscuro y ojos brillantes, corría por un bosque mientras reía con una voz que le resultaba familiar. El niño recogía flores y las ofrecía a alguien fuera de su vista. Milo retrocedió, respirando con dificultad. «¿Max?», susurró, sintiendo que las lágrimas se acumulaban en sus ojos, recordando a su hermano menor.
—Dos días aquí, chico, y aún estamos enteros. Eso ya es un milagro — dijo Lior. Luego señaló a Zumbi —Aunque no me sorprendería si ese globito de luz nos trae problemas algún día.
Zumbi respondió inflando su forma redonda como un pez globo, iluminándose de color rojo brillante en lo que parecía un acto de desafío. Milo soltó una risa corta y negó con la cabeza. —Sí, sí. Eres muy peligroso.
De pronto, algo en el horizonte captó la atención de Milo: un destello fugaz, como si la luz de la luna hubiera acariciado la superficie del agua. Sacudió la cabeza y se concentró en apilar los restos de madera.
Al día siguiente, mientras trabajaba en las reparaciones del barco, Zumbi comenzó a emitir un destello agudo y dorado. Con un sonido similar a un silbido, salió disparado hacia la cala cercana.
—¡Zumbi! ¡Vuelve aquí! —gritó Milo, dejando caer el martillo mientras corría tras la criatura. Náufrago extendió sus alas y fue tras de ellos. Pero Lior, desde una roca cercana, bufó.
—Te metes en problemas por cosas tontas, chico —murmuró, aunque lo siguió de cerca.
Cuando Milo alcanzó a Zumbi, vio el motivo de su agitación: un pez de escamas brillantes nadaba en las aguas poco profundas, emitiendo un resplandor que iluminaba las rocas cercanas. Era como si todo el mundo se detuviera a su alrededor. Las escamas cambiaban de color con cada movimiento, un caleidoscopio de dorados, azules y plateados que lo hipnotizaban.
Milo, sin aliento, se arrodilló en la orilla. Extendía la mano con cautela cuando, de pronto, el pez comenzó a cambiar. Las luces se intensificaron, cegadoras, y el agua se arremolinó en torno a la criatura. Cuando la luz se disipó, una joven estaba de pie ante él.
Sus ojos eran de un azul profundo, como el océano en calma bajo la luna llena. Su cabello, largo y ondulado, caía como una cascada de luz plateada, y su piel resplandecía con un brillo etéreo. Parecía una figura salida de un sueño.
—¿Quién eres? —logró preguntar Milo.
La joven sonrió, y su voz era tan suave como las olas acariciando la orilla.
—Mi nombre es Lyssanëa. Soy una Lumai, guardiana de las aguas en este rincón del mundo. Y tú, joven viajero, has perturbado mi calma.
Milo no pudo apartar la mirada. Sentía que el mundo entero había cambiado en un instante.
—No quería molestar. Yo… solo te seguí —dijo, aunque no sabía si se refería al pez o a ella.
Lyssanëa se acercó, sus pies descalzos apenas dejando huellas en la arena. Su presencia era mágica, cada movimiento envuelto en un resplandor suave. Milo sintió su corazón latir con fuerza cuando ella colocó una mano sobre su mejilla.
—Tu luz es diferente, Milo Crescent.
Lior, desde la distancia, observaba con los brazos cruzados y una expresión incrédula.
—¡Cuidado, chico! Las criaturas hermosas suelen ser las más peligrosas.
Pero Milo no escuchaba. Solo tenía ojos para Lyssanëa, que sonrió antes de dar un paso atrás y sumergirse de nuevo en el agua, desapareciendo bajo un brillo radiante.
Desde aquel día, Milo volvió a la cala cada noche. Cada encuentro con Lyssanëa era un torbellino de emociones. Hablaban de sus mundos, de los sueños y los secretos del mar. Milo sentía que se perdía en sus ojos, y cada palabra que ella le dirigía lo envolvía como una melodía.
—Eres como el amanecer, Milo. Traes luz donde todo parece perdido —le dijo una noche, sus dedos rozando los de él por un instante que pareció eterno.
En la noche del solsticio, Lyssanëa les mostró el camino hasta un pueblo “cercano” que celebraba la Navidad con una fiesta en la plaza. Las casas adornadas con ramas de pino y faroles brillaban cálidamente. Milo y Lyssanëa bailaron bajo la luz de las estrellas, mientras los habitantes les ofrecían comida y bebida. Lior, por su parte, encontró compañía en una mujer local, desapareciendo entre risas y música.
—Zumbi es especial—dijo ella con voz serena mientras observaba al chico. —Él guarda fragmentos de aquellos que amamos.
Milo negó con la cabeza, todavía aturdido por la visión. —No puede ser… Max murió hace años.
—El tiempo no limita la esencia de los recuerdos— explicó ella.
Durante los días siguientes, Milo observó a Zumbi con más atención. Descubrió que, aunque era torpe y distraído, tenía una capacidad única para evocar memorias de Max, detalles que solo su hermano menor conocía. En un momento particularmente conmovedor, Zumbi comenzó a tararear una canción que Max solía cantarles a su madre y a él.
Una noche, mientras Milo descansaba junto a una fogata, Náufrago emitió un agudo chillido, volando en círculos sobre su cabeza. —¿Qué ocurre, amigo? — preguntó Milo, incorporándose. El charrán descendió rápidamente, posándose en su hombro y picoteando suavemente el amuleto que Lyssanëa le había entregado días atrás. Cuando Milo sostuvo el amuleto contra su pecho, sintió una oleada de calor recorrerlo, como si un pedazo del océano mismo lo abrazara.
Al día siguiente, Lyssanëa le explicó el origen de Zumbi. —Pertenece a una antigua raza que los humanos llamaban Ethyrii, guardianes de la memoria. Su existencia es un puente entre este mundo y las memorias que aún brillan en el tejido del cosmos.
Milo no supo qué decir. Miró a Zumbi, que estaba entretenido intentando equilibrar una ramita en su nariz luminosa. A pesar de su torpeza, el pequeño ser le había mostrado cosas que Milo creía perdidas para siempre.
Cuando llegó el momento de despedirse, Lyssanëa se acercó a Milo, extendiéndole el amuleto que brillaba con luz plateada. —Esto te conectará con mi corazón— dijo, y sus dedos rozaron los de Milo. Él se quedó inmóvil un momento antes de reaccionar. Sin pensarlo, la atrajo hacia sí y le dio un beso en los labios, sintiendo su suavidad y la furia de su corazón.
Náufrago soltó un agudo grito desde su hombro, como si aprobara el gesto. Milo sonrió, sus mejillas teñidas de rojo, mientras Lyssanëa lo miraba con ternura.
—Está ha sido la mejor Navidad en un buen tiempo. Espero volver a verte algún día— dijo con voz quebrada. Lyssanëa lo miró con esperanza y nostalgia.
—Volveré aquí cada Navidad que pueda.
Ella sonrió, y con un último resplandor, regresó al agua, dejando a Milo con la promesa de su luz. Mientras el barco reparado se alejaba de la costa, Milo miró hacia atrás, jurando que volvería a encontrarla algún día.
La historia de Milo es una precuela de la novela de fantasía: El pueblo mágico de Hud Gumd: los hijos de la luna. Si quieres conocer que fue de la vida de Milo, que ocurrió con Max y acercarte a una jovencita albina muy especial llamada Amber, echa un vistazo.
En el enigmático pueblo de Hud Gumd, donde la magia parece fluir por cada rincón, Milo Crescent, un marinero retirado con un pasado lleno de aventuras, guarda secretos que podrían cambiar el destino de una niña especial. En su juventud, Milo poseía un don único que lo llevó a desafiar las profundidades del océano, pero ahora, como anciano, su mirada se fija en Amber, una joven albina cuyo espíritu audaz y conexión con la luna brillan como un faro en la noche.
Amber es una jovencita muy especial. Con su inseparable bicicleta y su vínculo mágico con Ayla, un árbol milenario que susurra verdades olvidadas, se enfrenta a Brogros, un fauno corrupto que amenaza con envolver a Hud Gumd en la más profunda oscuridad. Pero Milo sabe que el destino de Amber no está escrito en ningún pergamino; ella tiene el poder para forjar su propia historia, y él está decidido a ayudarla a entenderlo.
A medida que los días oscuros se ciernen sobre Hud Gumd, Amber descubrirá criaturas fascinantes: gigantes de luna que caminan entre las estrellas, trolls de piedra que guardan secretos ancestrales y elfos cuya arrogancia esconde corazones valientes. En esta travesía épica, Amber aprenderá que el verdadero poder no reside solo en la magia, sino en la amistad, el amor y la fortaleza interior.
¿Te atreves a acompañar a Amber en su lucha por salvar Hud Gumd y revelar los misterios ocultos de la luna? Prepárate para una aventura llena de magia, peligros y autodescubrimiento, ideal para soñadores a partir de 11 años.
Curiosidades de Hud Gumd reveladas por la escritora de fantasía July Camacho
Cuando comencé a imaginar el mundo de Hud Gumd, surgió de una combinación única de influencias y fascinaciones personales. Aquí comparto algunas curiosidades que dieron vida a esta historia mágica:
Inspiración inicial:
La idea surgió mientras veía Más allá del Jardín. La atmósfera oscura y misteriosa de sus bosques me llevó a imaginar un villano que habitara entre las sombras. Así nació Brogros, un fauno que acecha en la oscuridad y simboliza los temores ocultos de Hud Gumd.Influencias de series y arte:
Series como Hilda y Gravity Falls me ayudaron a construir el equilibrio entre misterio, magia y humor. Además, coleccioné ilustraciones de árboles milenarios, cielos estrellados y criaturas mágicas que parecían sacadas de un sueño, y las usé como inspiración visual para el mundo de Hud Gumd.La magia de la Luna:
Siempre he sentido una conexión especial con la Luna, con su luz plateada y su influencia sobre la naturaleza y las emociones. Quise que la Luna no solo fuera un símbolo, sino una fuerza poderosa dentro de la historia, dotando a Hud Gumd de una magia lunar única y envolvente.Amber y el albinismo:
Incluir el albinismo en la obra fue una decisión consciente. Amber, con su piel y cabello blancos como la luz lunar, representa la belleza y fortaleza de lo diferente. Su condición no es un obstáculo, sino una conexión directa con la magia lunar, reforzando su papel como protagonista valiente y única.Milo Crescent y su precuela:
Aunque en Hud Gumd aparece como un sabio anciano, Milo tiene una historia previa llena de emoción y aventuras. En su juventud, fue un marinero con un don especial, enfrentándose a desafíos que lo marcaron profundamente. Esta precuela, actualmente en desarrollo, explorará su vida con momentos emotivos y reveladores.
Hud Gumd es más que una aventura mágica; es un mundo lleno de secretos, personajes únicos y conexiones personales que espero que los lectores disfruten tanto como yo disfruté creándolo.